¿Son nuestros hábitos de consumo sostenibles?

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6 de octubre de 2021 — Escrito por Bayán Nicolás

Durante los últimos meses en el contexto de la pandemia hemos apreciado variaciones significativas en los hábitos de consumo de la población mundial. Como consecuencia de las restricciones y limitaciones de movimiento que se fueron implantando en gran parte de los países, muchas personas comenzaron a demandar bienes y servicios a un ritmo mucho mayor que en tiempos prepandemia, como por ejemplo, dispositivos electrónicos, muebles o electrodomésticos.

Fruto del aumento de la demanda, comenzaron a producirse varios episodios en los cuales se repetía un patrón común, un considerable atasco en la cadena de suministros que tristemente ha ido desembocando en el auge de precios de varios productos que a su vez ha tenido un notorio impacto en la inflación de varios países, lo cual es una seria señal de alarma que debe preocuparnos a todos.

La lectura que podemos hacer es que cualquier cambio en el comportamiento del consumidor, con independencia de su lugar de procedencia, repercute en la salud de la economía mundial y ello acaba afectando a indicadores macroeconómicos entrelazados como la inflación, los salarios, los tipos de interés, el producto interior bruto, la tasa de desempleo o la deuda pública.

Los efectos de la pandemia fueron angustiosos y siguen siéndolo a día de hoy en muchos rincones del mundo donde lamentablemente los ritmos de vacunación son lentos, y ello hizo que los seres humanos trataran de sobrevivir en el interior de sus hogares poniendo el acento en la creación de un espacio en el que pudiera mantenerse una cierta calidad de vida. Calidad de vida íntimamente ligada a los aspectos materiales que ha contribuido a mantener la estabilidad y el bienestar en gran parte de los hogares de forma temporal pero que a su vez ha desencadenado a la larga en estancamientos en la cadena de distribución de productos, alza de precios, paralización de varios sectores del mercado, reducción de exportaciones e importaciones, reducciones en las plantillas de trabajadores sin mencionar una larga lista de desencadenantes económicos que hemos empezado a notar y que seguiremos viendo.

La realidad es que está resultando muy dificíl ajustar la oferta de muchos productos y servicios a la gran demanda existente y ello debe llevarnos a una reflexión colectiva como ciudadanos de este mundo, una reflexión en torno a la convivencia entre el corto y el largo plazo, la racionalidad de nuestras compras, nuestro compromiso con la sostenibilidad medioambiental y el equilibrio existente entre nuestra dimensión material y espiritual.

Más allá de nuestras necesidades materiales, somos seres humanos con capacidad para evaluar y meditar sobre nuestros actos. La historia nos ha demostrado que hemos sido capaces de realizar ajustes en nuestro comportamiento vital con el fin de crecer y mejorar, que estamos dotados de valores espirituales que puestos en práctica nos ayudan a tener empatía hacia los problemas del mundo, hacia las desigualdades sociales, hacia el bienestar de muchas familias, en definitiva hacia la supervivencia de toda la raza humana y no sólo de una parte de ella.

En este mundo global donde participan numerosos actores económicos, no existen recetas ni fórmulas mágicas, ya que todo tiene su peso y su incidencia, desde el papel individual que juega un consumidor, el modo en que las empresas orientan su capacidad de producción, el modo en el que se proyecta la oferta a través de la publicidad, hasta el papel que desempeñan los responsables públicos a la hora de negociar acuerdos comerciales y de cooperación multilaterales.

Será preciso observar con detenimiento y con una mirada crítica como se irán sucediendo los acontecimientos en los meses venideros, con el fin de extraer nuevos aprendizajes colectivos que nos ayuden en nuestros procesos de elección, confiando en que más pronto que tarde alcancemos un mejor entendimiento de la íntrinseca relación entre el ser humano y el mundo y de nuestra contribución a la sostenibilidad global.

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