La buena gobernanza

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20 de diciembre de 2020 — Escrito por Irune Lasheras Azcona

La buena gobernanza es un instrumento para realizar un diagnóstico de las transformaciones que se han dado en el mundo, un modo diferente de gestionar los problemas públicos, ya que eso instrumentos públicos que teníamos para gestionar los problemas, se han quedado obsoletos, como por ejemplo la Constitución de 1978 vigente hoy en día.  

La buena gobernanza tiene dos acepciones: una constatación de cambios (globalización) y un modo diferente de gobernar en el ámbito de la política, la empresa y las organizaciones, es decir, da dirección a la sociedad en la que el gobierno formal, la sociedad civil y el tejido empresarial se entrelazan para gestionar los asuntos públicos. 

Actualmente, hay un déficit de gobernanza debido a que los procesos políticos no han seguido el ritmo de la globalización que ha experimentado los procesos y cambios sociales. Es necesario, y más en 2020, que el gobierno tenga transparencia para que los ciudadanos crean y depositen confianza en el gobierno. Lamentablemente en nuestro país hay poca cultura política como herencia del franquismo (acostumbró a la población a la pasividad política y a la mentalidad de que todo depende de la autoridad) pero poco a poco la ética pública va consiguiendo tener mayor importancia y efecto.

 La idea de que los españoles no confiemos en la política o en algunos de los políticos cada vez tiene mayor alcance y se pueden dar a conocer muchas de las causas, por ejemplo: la corrupción generalizada, el alto salario de algunos, la profesionalización excesiva, la competición de los partidos por sus intereses, la poca paciencia y el querer hacer todo a corto plazo. 

Gobernanza y sociedad civil 

La sociedad civil engloba a las familias, ciudadanos, movimientos civiles y asociaciones que interactúan entre sí. La sociedad civil tiene el deseo y el derecho de participar en los procesos políticos y en la gestión de la vida pública. Toman fuerza como colectivo y se representan y manifiestan en las calles de manera no violenta, menos cuando se rompe el contrato social entre gobierno y ciudadanía, por ejemplo: referéndum de Cataluña de 2017.

Estamos en un país democrático y para hacer que esta democracia sea más justa, el ciudadano tiene que sentir un ambiente de confianza y que forma parte de las políticas públicas. La participación es un derecho recogido en la Constitución de 1978 y obliga a promoverla desde los ayuntamientos. Desde mi punto de vista, la participación ayuda a la regeneración y crecimiento de la democracia, ya que ayudaría a las personas a discutir sobre sus intereses generales concernidas por lo público y por la acción colectiva buscando el bien común. Para realizarlo de una manera organizada, se deberá realizar grupos territoriales o sectoriales que defiendan los mismos intereses. 

La participación favorece a la falta de cultura política de este país porque los ciudadanos no solo defienden las libertades negativas, sino que como individuos somos capaces de anteponer los intereses de la comunidad a los suyos propios. Por estas razones, es importante crear espacios de participación ciudadana y además supone un alivio para el Estado, pues les llevaría mucho tiempo tomar decisiones de aspectos locales, por lo que cada autonomía se organiza localmente o por territorios. 

¿Cómo se podría equilibrar el deseo de la ciudadanía de participar en la toma de decisiones con el aumento de responsabilidades que implica?  Por una parte, estoy de acuerdo con la participación ciudadana, pero podría resultar un verdadero desastre porque no tenemos paciencia (somos cortoplacistas) y queremos todo al momento. La agenda local tiene mucha importancia, como afirma el Consejo de Europa, ya que las entidades locales son las que están más próximas a los ciudadanos y aseguran los servicios básicos. Además, favorece a los grupos minoritarios dándoles la oportunidad de realzar la capacidad de este grupo para contribuir su parte única al enriquecimiento colectivo. Así, los ciudadanos nos sentimos parte de la acción pública y las actuaciones de participación ciudadana son más exigibles y por tanto más evaluables. 

Gobernanza y empresas privadas

Las empresas privadas han ido cogiendo peso y no solo afectan a intereses privados, sino que puede equilibrar y desequilibrar tanto a gobiernos como a sociedades. 

La inversión que puedes realizar y el capital pueden condicionar hasta el éxito de unas elecciones o dirigir las políticas públicas. ¿Dónde se queda la ciudadanía si estas tienen la última palabra o influyen más de lo que deben en intereses públicos? ¿Por qué? Muchas de las empresas privadas compran deuda pública (España tiene deuda pública porque gasta más de lo que ingresa y por lo tanto, pide préstamos) a cambio de ciertas condiciones que las benefician. Por ejemplo, el banco La Caixa promueve e innova en cultura poniendo carpas culturales sobre diferentes temas como la evolución del ser humano, a modo de implicación social. 

Muchas de las empresas privadas promueven ciertos servicios sociales básicos por los que las instituciones públicas velan como la sanidad o la educación. En consecuencia, se necesita una colaboración entre las instituciones públicas, privadas y las organizaciones de la sociedad civil, para frenar y controlar el poder que la empresa ejerce. 

¿Cómo se pueden incorporar en términos prácticos algunos de los principios señalados relacionados con la gobernanza interna de la empresa? Hay que operar en modo de aprendizaje, determinando, previniendo y suavizando los riesgos de las actividades que afecten a los derechos. Por ejemplo: muchas empresas no son equitativas con los sueldos entre hombres y mujeres, se debe dar mayor flexibilidad horaria tanto para mujeres con hijos como para hombres. Alargar la baja paternal del padre por él y porque la madre también tiene derecho a ir a trabajar y sentirse realizada. Además, deberían disminuir la movilidad de los trabajadores para aumentar la profesionalización y especialización en un trabajo. 

Conclusión

Ha quedado claro la importancia de la buena gobernanza en la sociedad de hoy en día para realizar los cambios a los aspectos más obsoletos y que requieren de gran conocimiento y tiempo. La Constitución de 1978 está vigente, pero tiene unos aspectos que resultan anticuados por lo que sería necesario aplicar la buena gobernanza a este tema. La Constitución no puede considerarse un cofre cerrado puesto que es un proceso abierto y no puede pasar de generación en generación. Por ejemplo, en Inglaterra se llevo a cabo un proyecto de transformación de la Constitución durante un año, donde los representantes de la sociedad civil y del mundo empresarial elegidos al azar, debatieron con representantes políticos, tras sesiones educativas conducidas por expertos y académicos, acerca de los temas más relevantes para la sociedad irlandesa relacionados con su constitución y que requerían cierta revisión.

Sin pueblo no hay Estado ni Gobierno, por lo que es importante que la ciudadanía forme parte de los problemas públicos. Los espacios para la participación contribuyen al pensamiento social y al avance de la civilización. A través de la organización social y de la participación se pueden aclarar o restablecer los principios sociales que se hayan visto afectados por la dirección de Gobierno. 

Las empresas privadas, sabiendo el poder que tienen, deberían tratar de colaborar y no de imponer, pues en el fondo todos somos uno y se trata de ayudar y de seguir adelante. Al igual que la ciudadanía, no se trata de solucionar los problemas por la Administración Pública, sino con la Administración Pública. Dejar a un lado la competición, dejar de buscar el interés económico y velar por la justicia social, el bien común y la sostenibilidad. 

Para concluir, es necesario decir que este texto se puede resumir en democracia, participación, transparencia y buena gobernanza a las empresas, a la población civil y al gobierno.

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