Un cuestionamiento de las bases conflictuales del debate contemporáneo

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La cuestión del orden, de la acción, del cambio social y los diagnósticos de la sociedad contemporánea han sido y son temas recurrentes de la teoría social (Joas 2009). A pesar de que la corriente dominante de la sociología aboga por enfoques descriptivos, la estricta separación entre lo descriptivo y lo normativo, más allá de utilizarse como un recurso analítico con cierta capacidad heurística, puede nublar el proceso de reflexión sobre la realidad social. Quizá una de las consecuencias de esta posible distorsión de la mirada sea el valor excesivo que en la sociedad occidental contemporánea, en las democracias liberales, se le otorga al papel de la competición y del conflicto regulado.

En este artículo, Sergio García pretende lograr varios objetivos. Por un lado, analizar las implicaciones que las lógicas de la competición ejercen en los diferentes subsistemas sociales dificultando excesivamente el potencial de la acción colectiva. Por otro, explorar los límites que el marco liberal impone imperceptiblemente en el debate público sobre los grandes problemas contemporáneos. Por último, se diseccionan algunas formas de poder y se evalúa cuál de ellas sería más acertada para responder ante una sociedad gobernada por la interconexión y la complejidad.

Para ello y en relación con los objetivos señalados, en un primer momento se analizan tres grandes subsistemas sociales —la economía, la política y el derecho— y tres secundarios —los movimientos civiles, la academia y los medios de comunicación— y se estudiarán las consecuencias que en cada uno de ellos tienen las lógicas de la competición y el conflicto. Posteriormente, se pondrá de relieve lo que Naser denomina “competing rationalities”, intentando mostrar que otras tradiciones intelectuales no liberales no tienen espacio en el debate público. Finalmente, se clasificarán las relaciones de poder en cuatro tipos ideales —dominación, competencia, empoderamiento asistido, empoderamiento mutuo—, que a su vez encajan en dos categorías —poder ejercido sobre otros o poder para actuar con otros— y que en realidad son diferentes expresiones de poder entendido como capacidad.
Estos tres temas están íntimamente relacionados con la cristalización de un marco normativo que se presenta como prescriptivo y que entorpece tanto la acción colectiva por mejorar la sociedad, como la comprensión de fenómenos que se escapan de los márgenes de dichos debates, tales como los problemas relacionados con la justicia social o el fundamentalismo religioso.

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